«En el hombre como en el universo todo está en movimiento. Nada está inmóvil o permanece igual. Nada dura para siempre o termina por completo. Todo lo que vive evoluciona o declina, en un incesante movimiento de energía. Las leyes que subyacen a este proceso universal eran conocidas por la ciencia antigua, la cual asignaba al hombre su lugar adecuado en el orden cósmico. Según Gurdjieff las danzas sagradas transmitidas a lo largo de los siglos, encarnan los principios de este conocimiento y nos permiten aproximarnos a él de una manera dinámica y directa».
Jeanne de Salzmann
Desde que tenemos testimonio de la humanidad, hallamos referencias al uso de la danza como medio de conexión con lo divino. En la antigüedad, la vida ordinaria formaba un continuum con lo sagrado, entendían el mundo de la materia -el mundo físico – como un todo íntimamente ligado a fuerzas superiores con las que entraban en relación a través de los ritos, y entre éstos, la danza ocupaba un lugar central.
Según Gerardus Van der Leeuw, la danza es la expresión artística original, la más antigua. Seguramente, el cuerpo constituye la primera herramienta artística que el ser humano utiliza y es a través de su movimiento que se armoniza con algo más grande, con un poder más fuerte, con el movimiento del cosmos, con los ritmos de la naturaleza y con los propios ciclos de la vida. Desde una perspectiva holística, que observa la grandeza de la naturaleza y sabe que el ser humano es parte integrante del Todo, las fronteras entre lo profano y lo sagrado se diluyen y cualquier acción puede entenderse desde una perspectiva espiritual. Desde esta mirada, los distintos tipos de danzas, no sólo las plegarias, ofrendas, devocionales, procesiones, danzas de gratitud, etc… sino también, las danzas para el nacimiento, para la muerte, para los diferentes tránsitos de la vida, para la caza, para la guerra, para las cosechas, tenían siempre un trasfondo de conexión con lo divino, aunque es probable que la mayoría de estas danzas estuvieran vinculadas al pensamiento mágico.
Parece ser que en las culturas mesopotámicas ya había escuelas de elevada y auténtica espiritualidad donde las danzas, esenciales en todos los rituales, eran parte integrante de vías hacia la iluminación. Sabemos también, que en los misterios del templo de Eleusis, los cuales tienen su origen en la época minoica (3000-1450 a d C), se realizaban anualmente ritos sagrados en honor a Deméter y a su hija Perséfone. Algunas de las participantes eran iniciadas a través del ayuno, el ciceón, la música y la danza con el fin de alcanzar el estado de epopteia o visión, situándose en el Observador o Testigo accedían al conocimiento esencial de la realidad y por tanto a la beatitud. Estudios comparativos muestran paralelismos con los misterios del culto a Isis y Osiris en Egipto, de Adoniac en Siria y algunos misterios frigios persas.
El objeto de este capítulo es dar unas breves pinceladas que esbocen el paisaje de la danza como vía hacia la iluminación, en ningún caso se trata de un estudio completo ni exhaustivo, tan solo es una puerta para aquellas personas que, sintiéndose atraídas por la danza y la espiritualidad, desean comenzar a explorar su intersección. Confío en que la bibliografía sugerida y el contenido de este texto sirvan a quienes deseen empezar a profundizar en el tema, aunque la danza nunca ha contado con una extensa bibliografía debido a su carácter experimental, no es habitual que las bailarinas escriban ni que los escritores conozcan la danza en primera persona. Este texto será entonces, un brevísimo muestrario dentro de la inmensidad de la riqueza de este arte.
Parto de la premisa de que cualquier danza puede abrirnos a una profunda experiencia religiosa que nos revele nuestros lugares más sagrados, llevándonos a un estado de gloria extático ─siempre y cuando─ nuestra actitud y momento sean los adecuados. Ahora bien, tan solo me referiré a algunas de aquéllas que tienen como objeto, no sólo conectar con nuestra parte más auténtica y profunda, con nuestra naturaleza verdadera y por ende divina; sino que son parte de una vía de sabiduría perenne estando insertas dentro de las grandes tradiciones espirituales. Son danzas creadas generalmente por seres despiertos (o desde un estado despierto) y transmitidas directamente a través de antiguos linajes. Nos ofrecen la posibilidad de experimentar directamente algunos de los aspectos de las enseñanzas para conducirnos por un proceso de transformación concreto y a la vez abierto, único, que persigue trascender el mundo de las formas y del “yo” para establecernos en Eso, en lo Absoluto, en el Atman.
George Gurdjieff diferenciaba entre arte objetivo y arte subjetivo. El primero nace de la esencia y evocaría el mismo sentimiento en todas las personas, en cambio, el arte subjetivo se lleva a cabo a partir de un «yo», a partir del lugar psicológico que habita la artista y, a distintos receptores, evocaría distintas emociones y sensaciones. Así las danzas que nos ocupan, formarían parte del arte objetivo cuyo resultado es «perfecto» dado que son creadas siguiendo las Leyes universales. Esta aproximación al arte enlaza con la estética de Plotino y los clásicos para quienes lo bello es el esplendor de lo verdadero.
Las danzas que cumplen con estas premisas son contemplativas en un doble sentido: por un lado requieren el desarrollo del Observador o Testigo que ve más allá de todo juicio, no identificándose ni queriendo cambiar lo que sucede y por otro, pueden llevarnos a la Visión de la Realidad Suprema, a sentir la inmanencia de Dios en todas las cosas. Antiguamente se utilizaban en los monasterios como medio de autoconocimiento y como vehículo de transmisión de un conocimiento elevado que, oculto bajo las distintas posiciones, se va desvelando a medida que se profundiza en la práctica. Generalmente se realizan en comunidades espirituales y por personas comprometidas que a través de una ascesis regular han conseguido, o trabajan para conseguir, una gran disciplina mental. Estas danzas requieren, a la vez que facilitan, el cultivo de las cualidades de silencio, quietud y recogimiento; cualidades imprescindibles para encarnar estados no ordinarios de conciencia, estados desde los que puede llegar a emerger un sentimiento de magnificencia al percibir que estamos tocando algo insondable e inabarcable.
Otra característica que define a la mayoría de ellas, es la precisión. Cada gesto, cada posición, tiene un significado específico que muchas veces se nos escapa y sólo se nos revelará cuando estemos preparadas para recibirlo. La cualidad de cada uno de los movimientos que conforman una danza sagrada, vendrá determinada por la calidad de la atención de las participantes. Al mantener nuestra mente anclada en el cuerpo y a la vez abierta, atenta a los movimientos externos y a las sensaciones físicas, vamos accediendo a lugares internos más profundos. Acogiendo nuestra realidad interna y externa, surge la armonía y nuestra mirada cambia, naciendo una sensación de coherencia interna, de unidad: la mente deja de estar inquieta, se aflojan las tensiones del cuerpo y la emoción se aquieta. Podemos decir entonces que mente, cuerpo y emoción están en la misma vibración y desde ese estado la bailarina-meditante puede emprender el viaje hacia la Presencia a sí misma y a Dios, o expresado de otro modo, puede ser canal a través del cual la Divinidad le habita. Pero, tal como afirmó Lee Lozowick en una de sus charlas, para que esto último ocurra tenemos que hacernos atractivas a los ojos de Dios, esto implica pagar el precio requerido; uno de estos precios es una atención muy fina, la pura vigilancia que ─más allá de toda conceptualización─ todo lo incluye.
Existe un fundamento esencial que es parte inherente a estas danzas: el desarrollo de un centro de gravedad estable ubicado en lo que los japoneses llaman hara y los taoístas tan tien. Este centro energético se sitúa en el bajo vientre, aproximadamente tres dedos por debajo del ombligo y tres dedos hacia dentro. Según Dürkheim, este lugar es la sede del Ser, el lugar donde la vida universal deviene vida existencial, el nexo entre lo físico y lo metafísico, entre lo psíquico y lo metapsíquico. Este punto es de suma importancia para encontrar el centro interior. Es la base que nos conecta con la Tierra, donde el espíritu deviene materia, donde las energías del Cielo pueden hacerse tangibles. Sin una base fuerte, estable, no podremos contener energías más sutiles. Asentarnos en el bajo vientre nos va a ayudar a crear una estructura interna capaz de sostener todas las experiencias que la apertura al, a menudo caótico mundo emocional, nos va a traer.
Como apuntaba en la introducción, otra de las características de las danzas contemplativas objetivas es la búsqueda de la iluminación; surge un anhelo de liberarse de todo lo que internamente impide realizar a Dios. Podríamos decir que se busca un cambio de contexto: pasar de funcionar en estado ordinario automático y egocéntrico a movernos desde un lugar despierto, consciente y cosmocéntrico. Es debido a esto, que son siempre parte de una enseñanza y de un linaje testimonios de que esa posibilidad, la posibilidad más alta de realización que podemos alcanzar, es real e inherente al ser humano. Generalmente son las vías místicas las que favorecen estos rituales ya que, para todas ellas, Dios es una experiencia interna muy real, no es algo externo que haya que alcanzar sino que es nuestra verdadera naturaleza la cual hemos de descubrir.
La danza sagrada o contemplativa ofrece la apasionante posibilidad de explorar el mundo entendido como un campo de fuerzas. Jeanne de Salzmann, discípula y sucesora de Gurdjieff, insistía en la necesidad que tiene la energía superior de encarnar para poder llevar acabo su evolución. Los humanos tenemos la capacidad de abrirnos y de servir a estas energías uniendo el Cielo y la Tierra para traer más energía consciente al planeta. Es de esta manera que podemos alinearnos con lo Bajo y con lo Alto. El terreno de investigación es físico: buscamos una alineación, un eje que nos permita ir profundizando en las sensaciones vivas que la fuerza de la gravedad y la fuerza de elevación producen en nuestros cuerpos; y es también psicológico. ¿Cómo me muevo entre el esfuerzo y la gracia?, ¿cómo es mi relación con estas fuerzas?, ¿de confianza?, ¿de temor?, ¿hay equilibrio? ¿Con qué campos de fuerzas decido conectar?, ¿qué estoy alimentando?. Éstas y otras muchas preguntas pueden ayudar a colocarnos y ocupar el lugar que nos corresponde en la creación.
Obviamente hay distintos niveles de conexión. Al principio de la práctica y durante mucho tiempo vamos a encarar nuestra dualidad; puede ser frustrante el anhelo de despertar y la fuerza de la mecanicidad que bloquea todo intento de transcendencia. Es como si la tensión entre Cielo y Tierra fuera irreconciliable, las polaridades se viven de forma separada y excluyente. Poco a poco, gracias a nuestro compromiso con la Práctica, gracias también a un trabajo de purificación física, emocional y mental, comenzamos a abrazar la danza de nuestros demonios y de nuestros ángeles, cede el juicio y aprendemos a transitar vigilantes todos los espacios entre opuestos. Podemos decir que aceptando la dualidad y todo el juego de los opuestos, damos paso a la trinidad y de ésta avanzamos hacia la unidad.
Por último y no por esto menos importante, quisiera apuntar que la danza nutre la sangha, es decir, estrecha los lazos de la comunidad y la convivencia. Hemos de sincronizarnos correctamente para hacer un solo movimiento, compartiendo un espacio de intimidad que ayuda a incluir al otro de forma verdadera, más allá de nuestras diferencias y del choque de nuestras personalidades. Más allá del resultado estético, somos un grupo heterogéneo vivo unificándonos, a pesar de, y gracias a, nuestras mentes y nuestras dificultades.
Actualmente algunas se representan en público, son danzas generosas en el sentido de que ofrecen una invitación a las espectadoras a entrar en estados meditativos y de gozo, este compartir también unifica; bailarinas y espectadoras reciben altas bendiciones durante su representación. De todas formas, hay un sector que prefiere protegerlas y es reticente a exhibirlas abiertamente ya que, por un lado, parte del público profano no tienen la actitud ni el recogimiento necesario: habla, usa sus móviles y no aprecia verdaderamente lo que se les está ofreciendo y por otro, hay personas que están representando estas danzas como medio económico o para atraer turistas. Estas bailarinas no pertenecen a ningún linaje con lo que la precisión de los movimientos internos y externos, no visibles y visibles, suele estar bastante degenerada.
Hinduísmo
Las danzas sagradas clásicas de la India merece un lugar destacado por su belleza, profundidad y antigüedad. Estas danzas representan pasajes de las Sagradas Escrituras Hindúes siendo un medio para contemplar y experimentar la divinidad. La danza no puede separarse de la ascesis meditativa ya que las bailarinas se convierten en expresiones vivientes de dioses y profetas. La danza era también una ofrenda a las deidades, las representaban las devadasis, bailarinas que dedicaban su vida a los movimientos sagrados. Se las consideraba casadas con la deidad del templo si bien algunas de ellas se casaban también con acaudalados señores que después solían convertirse en bailarines. Los ingleses no entendieron el valor ni el significado de estos ritos y, a partir del siglo XVII, las bailarinas van siendo introducidas en el mundo de la prostitución, así su elevado rango social decrece. Después de la independencia hay un reconocimiento de su sacralidad.
La base de la mayoría de estas danzas podemos encontrarla en un antiguo tratado que data del siglo II d C. sobre la representación de las artes: Natya Shastradonde se describen las 108 posiciones de la danza triunfal de Shiva que simboliza el eterno movimiento y también la destrucción de la ilusión, de maya. Las esculturas que vemos en los templos de India muestran estas posiciones. En dicho tratado se definen las reglas y los elementos básicos de nritta (danza pura), nritya (expresión de la cara) y natya (elemento dramático). Los pasos describen mandalas, geometrías cósmicas que también se asocian a los chakras, las manos gesticulan poderosos mudras y a través de las vibraciones del sonido se despiertan energías latentes del Ser. Existen dos clases de movimiento: los masculinos vigorosos denominados tandava y los más refinados y femeninos denominados lasya. Toda bailarina, independientemente del género, ha de dominar ambos.
Las diferentes danzas clásicas responden a distintas zonas geográficas y a distintos lenguajes:
Originaria de Andhra Pradesh al sur de India, Kuchipudi es una danza de tierra a través de la cual los brahmanes hacían ofrendas a las deidades. Después de un periodo de degeneración debido a la explotación de las bailarinas, un ascético, Siddhendra Yoghi, la redefinió. Quince familias Brahmanes de Kuchipudi han mantenido la tradición por más de cinco siglos y renombrados gurús enriquecieron su forma introduciendo mujeres, añadieron varios dramas y diseñando nuevas coreografías para solistas.
Procedente de Orisha, Odissi es una de las más antiguas. Es una danza de agua, de amor, de alegría, de pureza y de pasión divina y humana. Las ejecuciones Odissi están repletas de piezas tradicionales que se desarrollaron en los templos como parte del trabajo espiritual y van principalmente dirigidas a Krishna; otras son el resultado de las escrituras sagradas hindúes, poesías e historias épicas; y finalmente, hay piezas modernas, fruto de la inspiración de gurús y coreógrafos.
Bharatanatyam, danza de fuego de Tamil Nadu, es una danza solista de gran dificultad técnica. Celebra el eterno universo a través de la belleza de la materia y expresa el anhelo innato de la consciencia cósmica a través de poemas sobre héroes y heroínas.
Mohiniyattam, danza de aire de Kerala. Significa “la Danza de la encantadora”, es una danza que conecta con la gracia, la sutileza y la belleza del principio femenino. Kalamandalam Leelaman es el principal exponente actual de esta danza, su alumna directa, la bailarina y profesora Eugenia Carrillo, señala:
“En este culto a Shakti la bailarina vive, respira y transmite “rasa”, su cuerpo y su alma son sus instrumentos de búsqueda, encuentro y transmisión de moksha o liberación. La conexión con el amor o sringara, en todas sus facetas, es el origen del que parte la bailarina y el hilo conductor de su expresión. El tempo propio de esta danza es lento, suave, en conexión con la esencia de la creación que acaricia el espacio y la eternidad”.
Kathakali, también de Kerala, se dice que es la danza del éter. Los actores muestran personajes del Ramayana, del Mahabharata y de las Puranas. Los bailarines llevan un complejo maquillaje, máscaras y trajes muy elaborados.
Antes de que las influencias musulmanas hicieran de ella un entretenimiento cortesano, la danza Kathak de Uttar Pradesh se danzaba en los templos de Uttar Pradesh para representar la vida basándose en la filosofía de la Trinidad: creación (Brahma), preservación (Vishnu), y destrucción (Shiva).
En Manipur, en el nordeste de India, la danza Manipuri,se caracteriza por el equilibrio y la contención de poder. El cuerpo se mueve de forma lenta y sinuosa. Este estilo representa principalmente episodios de la vida de Vishnu y es a la vez la más tierna y vigorosa forma de expresión.
Budismo
Es probablemente la tradición que más diversidad de danzas encaminadas a alcanzar la liberación y la sabiduría incluye, comentaré algunas. Muchas de ellas son parte de poderosas y secretas prácticas tántricas en las que se experimenta la encarnación de elevados estados de consciencia. Transmitidas directamente a través de linajes de más de 1.000 años de antigüedad, algunas tienen sus orígenes en expresiones sagradas prehistóricas.
Las bailarinas son generalmente monjas y monjes con una sólida disciplina mental que conocen bien las escrituras y se preparan a través de largos procesos de meditación. El lugar de las danzas es siempre el mundo espiritual, rompen las nociones de espacio y tiempo y representan la esencia de la naturaleza de Buda más allá de la forma. Existen diversos tipos de danzas budistas, algunas representan las tribulaciones de almas en el samsara y cómo tiene lugar su liberación a través de la comprensión y la devoción, otras son puramente ofrendas y oraciones, algunas llevan al espectador a experimentar la naturaleza verdadera de la mente a través de la meditación, otras relatan acontecimientos de guerreros, bodhisatwas y dakinis, y las más sagradas se mantienen secretas.
Charya Nitrya es una danza ritual nepalí transmitida desde hace treinta y cinco generaciones a través de un linaje familiar de sacerdotes maestros de rituales de la tradición Vajrayana, vinculados con la tradición tántrica desde el II siglo a.C. Actualmente es Prajwal Ratna Vajracharya, afincado en EE.UU., principal maestro, practicante y representante de dicha tradición, el encargado de preservar la integridad y expandir este arte que se mantuvo oculto del siglo XII hasta el siglo XX. Aunque, como señalaba más arriba, las danzas más sagradas y los rituales tántricos más elevados de esta tradición continúan manteniéndose en secreto. Se invocan y visualizan intensamente con todo lujo de detalles deidades como Vajrayogini, Vajrapani, Avalokiteshvara o Manjushri. Estos procesos suponen ya toda una danza interna creativa y dinámica que lleva a las practicantes a convertirse en canales, encarnan y realizan internamente la deidad que están representando viviendo y transmitiendo sus cualidades. La iconografía se representa de forma perfecta, cada detalle evoca un aspecto de su belleza interna y nos ofrece las enseñanzas de Buda de forma visual y kinestésica. Su expresión, sus gestos, las posturas yóguicas, los mudras, adornos y utensilios nos muestran la cualidad iluminada de su mente, la personificación de un aspecto de la naturaleza de Buda. Esta danza se acompaña de canciones en sánscrito (Charya Gity) que describen y adoran a la deidad. Pasos y movimientos se efectúan con gran precisión; el uso de colores, máscaras, mudras, mantras, tambores y campanas forman parte de un estudiado conjunto en el que cada elemento es importante y tenido en cuenta. Estas danzas son un acto espiritual y artístico. Como señala Helen Fox Appell co-fundadora, junto con Prajwal, del templo Nritya Mandala Mahavihara en Portland:
« […] ellas aparecen pacíficamente compasivas o furiosas, protectoras de la práctica y de la verdad, masculinas o femeninas, a veces para sanar y siempre para ayudar a otros en su camino hacia la completa realización. Estos aspectos de la naturaleza de Buda pueden ser aprovechados si su esencia, iconografía y movimiento son estudiados y entendidos. No importa quién seas, la deidad puede revelarse dentro de ti a través de tu propio cuerpo ».
Las danzas Cham, procedentes de monasterios medievales de los Himalayas y Mongolia, constituyen un tesoro del budismo tibetano tántrico. Surgen al parecer del Bön, cultura ancestral del Tíbet anterior al budismo y fueron adaptadas posteriormente por Padmasambhava. Se sirven de máscaras que constituyen herramientas poderosas para transmitir la presencia divina y crean una atmósfera poética fuera de este mundo. El propósito de estas danzas es transformar la maldad para el beneficio de todos los seres. Las monjas están durante días visualizando e invocando a deidades protectoras, después a través de máscaras, trajes, adornos, instrumentos tradicionales, antiguos movimientos y mantras, atraen hacia sí el mal del mundo para enseñarle el camino hacia la paz y la liberación. Muestran que el mal no es algo externo sino que es creado en la mente. Aunque la naturaleza de ésta es la claridad y la bondad fundamental, está velada por la fuerza de los tres venenos: ignorancia, deseo y aversión. Tal como señala un texto del siglo XII sobre la danza Cham del linaje Drikung Kagyu:
«El corazón de esta danza es ser una representación de la esencia de la mente, más allá de pensamiento conceptual».
Estas representaciones no son fáciles de ver, generalmente se representan en público sólo en días determinados durante celebraciones concretas.
En la Danza Mandala de las 21 Alabanzas a Tara, creada por Prema Dasara con respaldo de Lama Tenzin y reconocida por importantes maestros, entre ellos Kalu Rimponche y el Dalai Lama, se dan nacimiento a 21 Taras. Sus distintas cualidades son representadas de una en una, mientras el resto de mujeres alrededor cantan un mantra y apoyan con su presencia. A través de esta danza las sinceras practicantes emanan la esencia de Tara experimentando sus posibilidades espirituales. La audiencia necesita mantener la mente y el corazón abiertos para entrar en estados meditativos de conciencia despierta.
Desde otro lugar, Chögyam Trungpa, va más allá de los convencionalismos para afirmar que el arte budista no tendría que ver tanto con la iconografía sino con el estado mental de la artista. Este maestro introdujo a sus estudiantes occidentales en el arte dhármico, arte procedente de un estado mental meditativo en el que la artista entra en contacto directo con la naturaleza de las cosas para expresarlas dejando a un lado la agresión que implica la necesidad de impresionar o de demostrar algo y buscando la elegancia intrínseca de la realidad. En 1974 invita a su estudiante Barbara Dilley a crear un programa de danza en Naropa University a partir del cual abren un espacio de exploración en el que se investiga a través del movimiento y de la relación cuerpo-mente los grandes principios del budismo. Siguiendo esta línea hay un elenco de estudiantes budistas occidentales que fusionan la danza y el movimiento con la meditación y la práctica espiritual. Harrison Blum en su libro Dancing with Dharma reúne a diversas eruditas, coreógrafas e instructoras para ofrecernos una interesante visión panorámica del contexto actual.
Judaísmo
El pueblo hebreo era un pueblo que bailaba, en el Antiguo Testamento aparecen varias alusiones a la danza en diversos contextos: celebración de victorias en batallas (no olvidemos que las batallas estaban cargadas de sentido religioso), festividades, conmemoraciones de los ciclos de la vida, circuncisiones, llegada de la menstruación, bodas, nacimientos, funerales. Quizás son las danzas extáticas las que más claramente trataban de entrar en comunión con las fuerzas superiores: la danza del becerro de oro en la que se adora a este animal mientras Moisés está en el Monte Sinaí; la danza ante el Arca de la Alianza, donde los hombres danzaban en oración ante el sagrado cofre que contenía los Mandamientos y aquellas de adoración a Baal. Antes del Éxodo ésta era una religión alegre, festiva en la que había una expresión libre del sentimiento religioso. Sin embargo después, los rabinos se encargan de excluir del Antiguo Testamento cualquier reminiscencia que hiciera alusión a las danzas extáticas y a menudo prohíben las danzas en público.
La tradición hasídica, rama mística del judaísmo fundada por Baal Shem Tov en el siglo XVIII, recupera la alegría y el amor de Dios. La danza es utilizada para alcanzar el entusiasmo religioso y la unión con el Todopoderoso. Son danzas circulares, con movimientos repetitivos que comienzan con un tempo lento para después acelerarse conforme se llega al éxtasis. Es música inspirada en textos cortos del Talmud o del Antiguo Testamento que es cantada, sin palabras, por las bailarinas. Para ellas la danza es un mandato divino y danzan con fervor místico.
Encontramos también las denominadas Danzas Hillula, término proveniente del arameo que significa celebración alegre, éstas se hacen ante las tumbas de santos para conmemorar su muerte.
En 1976, Jane Litman al ser expulsada de la danza devocional en la fiesta de Simchat Torah, recibe un insight que le lleva a reunirse con un grupo de mujeres para revivir las danzas que durante tres milenios han sido representadas por las mujeres de esta tradición para celebrar con profunda alegría su conexión con el Uno.
Cristianismo
Hay claras evidencias de danzas sagradas en los comienzos del cristianismo. En los Hechos de Juan, en los versículos 94 – 96 se describe un ritual de iniciación a través de la danza conocido por el “Himno de Jesús” en el que antes de su arresto reúne a todos los discípulos en un círculo dándose las manos y responden a Jesús con cantos y danzas:
A todos cuya naturaleza es la danza – Amén
Aquel que no baila no sabe lo que ocurre – Amén
……..
Si ahora sigues mi danza, te verás a ti mismo en Mí
Tú que bailas considera lo que hago,
La pasión de la Humanidad que voy a sufrir es para ti.
Porque de ninguna manera
Hubieras entendido tu sufrimiento
Si yo no hubiera sido mandado como Logos por el Padre
Aprende cómo sufrir y serás capaz de no sufrir”
Margaret Fisk, en su obra The Art of the Rythmic Choir citada por Jade Luerssen en su artículo The Evolution of Sacred dance in the Judeo´Christian Tradition nombra otra ceremonia mística descrita en el Didaché llamada “El misterio cósmico de la Iglesia” en la que a través de la danza se simboliza la creación del Universo y el movimiento de los diferentes planetas y estrellas. En su estudio aparece también una versión de la “Danza del Laberinto” de Ariadna, en la que la secta de los gnósticos representaban el vagar del alma a través de las tribulaciones oscuras de la vida y del submundo y cómo el conocimiento de Cristo podría liberarlas.
Hasta el auge del Platonismo, los movimientos sagrados eran parte de la liturgia también en la Iglesia más convencionalmente establecida, la cual, no siempre con éxito, trataba de mantener las danzas puras de influencias paganas.
A partir de San Agustín, el cuerpo deja de ser el templo de Dios para ser fuente de pecado (con todas las connotaciones de culpa añadidas a este vocablo). Diversos decretos prohíben la danza no sólo en las misas sino también en las fiestas de los santos, ésta pasa a ser condenada e incluso perseguida. Hay personas que no claudican y fusionan la danza litúrgica con rituales paganos eróticos, de fertilidad, dionisíacos lo que provoca una polarización cada vez mayor.
Pero volviendo a la rama mística que es la que nos ocupa, se conserva en Europa de forma intermitente y diseminada un remanente de la expresión simple y pura de los primeros cristianos. En el siglo XII Hildegarda de Bingen a través de la pieza de música y danza Ordo Virtutum, reivindica la importancia de la interrelación cuerpo y alma. En esta obra aparece la Tierra como escuela para que el alma aprenda, a través de la profundización en las necesarias crisis, a despertar a la divinidad que es su esencia. Gracias al libro The Flowing Light of the Godhead de la beguina Mechtild de Magdeburg sabemos que ella utilizaba la danza espiritual en el siglo XIII. Tres siglos más tarde Santa Teresa de Ávila animaba a las monjas a bailar con alegría mientras ella tocaba las castañuelas y tamboriles, si bien otras fuentes dicen que era ella quien danzaba cuando no podía contener el amor que la embargaba, mientras sus hijas la acompañaban con castañuelas y palmas. Otras santas como Santa Venera o Santa Verónica también utilizaban la danza para expresar el gozo de su comunión con Cristo.
Afortunadamente en 1950 empieza en EE.UU. el Movement of Rhythm Choirs, destinado a promover y ampliar la conciencia de lo sagrado a través del movimiento y la danza. Actualmente hay también una corriente de buscadoras cristianas que fomentan el uso de la danza contemplativa como medio de relación directa con Dios. La familia Kloke en Alemania, Lorraine Pratt en Inglaterra y Victoria Hernández en España, están haciendo una gran labor dignificando el cuerpo y mostrando cómo a través de él podemos profundizar en la Realidad inmanente que nos subyace a todas y a todo.
Sufismo
Dentro de la rama mística del Islam, la danza, al igual que el resto de las artes, constituye un vehículo directo hacia la unión con el Amado.
En el siglo XIII el gran santo Jalaluddin Rumi introduce el sema, giro espiral que comprende y armoniza con el movimiento de la creación tanto a nivel macrocósmico como microcósmico. Todo en la naturaleza está en movimiento, desde los planetas hasta las partículas atómicas giran, esta danza invita a unirse con el ritmo inherente de la eternidad. Para ello el cuerpo entregado a la tierra, se rinde a esta coreografía cósmica, la mente profundiza en la eseidad de la existencia y el alma la trasciende para experimenta el Amor.
Esta danza sólo se enseñaba tras largos periodos de estrictas disciplinas cultivando la modestia, el servicio y la sumisión del yo a un orden superior. Antes del sema las derviches se recogen a través de largas meditaciones, después, con movimientos muy lentos, se levantan, los brazos cruzados en el pecho representando el Uno comienzan a abrirse, el derecho mira al cielo y recibe sus bendiciones, el izquierdo a la tierra, ofrece lo que recibe; su mirada profunda contempla su mundo interior y a la vez se mantiene atenta a lo que le rodea, despertando al Presente se emborrachan ante la Belleza de la creación, testimonio de la grandeza del Creador, dan gracias y rezan, constantemente rezan: “laila illallah” (no hay más Dios que Dios). Después, tras del éxtasis de la unión con el Amado, vuelven, simplemente vuelven a la cotidianeidad para amar y servir.
Como en todas las danzas rituales hay una simbología detrás de cada uno de los elementos. Al comienzo se quitan su capa negra que representa la separación egóica, invocando a través de este gesto un renacer espiritual. Quedan vestidas con la túnica blanca o hirka, cosida por ellas mismas simbolizando su esencia. El sombrero de pelo de camello refleja la lápida del ego, el toque del tambor da la orden divina que todo el universo compartimos: “Se(r)” y el sonido de la flauta ney sugiere el aliento que nos da la vida.
Las Dances of Universal Peaceson creadas a finales de los años sesenta por Murshid Samuel Lewis, siguiendo el mensaje de su maestro, Hazrat Inayat Khan para honrar todas y cada una de las tradiciones espirituales. Este gran maestro sufi fue pionero en promulgar la unidad de las diversas religiones ya que en esencia, aunque podamos escoger distintas vías, todas han de conducirnos a la Verdad Suprema, siempre que éstas sean auténticas.
Las distintas danzas encarnan alguna frase sagrada sacada procedente de las escrituras, estas palabras son bailadas y cantadas con música en directo. Generalmente cada vez se aborda una única tradición. Su práctica invita a la transformación interna, acogiendo con actitud meditativa todos aquellos aspectos de la personalidad que son relegados o reprimidos, de forma que, a través de una práctica seria se va poniendo al descubierto nuestra Verdadera Naturaleza.
Son danzas participativas, el público es invitado a unirse a la representación
DANZAS Y MOVIMIENTOS SAGRADOS DE GURDJIEFF
El trabajo de George Ivanovich Gurdjieff en este campo merece un capítulo aparte. Este enigmático maestro espiritual nacido en Armenia probablemente en 1866, dota de base científica a la sabiduría que encuentra tanto en el entorno familiar y religioso de sus primeros años, como en diversos países de Oriente por los que posteriormente viajaría. Adapta este conocimiento al pragmatismo occidental, siendo muy importante que la alumna compruebe cada idea a través de su experiencia directa. Crea un sistema completo denominado Cuarto Camino encaminado al despertar de la conciencia en el que el trabajo espiritual tiene lugar en la vida cotidiana integrando las vías del cuerpo, de la mente y del corazón.
Gurdjieff observó cómo en diversos monasterios del Este utilizaban la danza como medio de transformación, así transmite una serie de ejercicios, danzas y movimientos inspirados en las grandes tradiciones espirituales destinados a este fin. Cuentan que pasaba noches enteras conectando con fuerzas arquetípicas y energías sutiles que después plasmaba en coreografías.
En un primer momento, estos Movimientos suelen ser un gran shock para la practicante ya que ponen de manifiesto nuestra forma automática de funcionar. Nuestro acercamiento a ellos nos va a señalar cómo es nuestro acercamiento a la vida. Gurdjieff habla del «horror de la situación», necesitaremos coraje y muchas ganas de conocer la verdad para darnos cuenta de nuestra falta de atención, de honestidad, de voluntad y de nuestra incoherencia, egoísmo e infantilismo. No hay un «yo» que dirija mi vida, carezco de una estructura interna; en mí hay una masa amorfa de «yoes» discrepantes. En cualquier momento, de forma inconsciente, uno de ellos coge el mando para llevarme mecánicamente a los mismos lugares de siempre, generando las mismas reacciones de siempre, de modo que no doy una respuesta adecuada a la situación que vivo sino que sólo reacciono según mis condicionamientos. Ser capaz de mirar esto de frente y sufrirlo, es el primer paso hacia la transformación; si no veo ni siento la urgencia de Ser, no seré capaz de comenzar el heroico viaje que se requiere para llegar a la otra orilla.
El camino que propone Gurdjieff es un trabajo de Presencia anclado en el cuerpo, los Movimientos ponen en relación el cuerpo y la conciencia. Adiestramos la mente estando atentas a la respiración, al hara, a las posiciones, a las diversas secuencias, a los movimientos internos, a las sensaciones físicas, al grupo, a la música y al espacio. No hay lugar para la divagación. Mente y cuerpo se mantienen unidos y abiertos para alcanzar la calidad de presencia requerida y, cuando ambos van juntos, el corazón solo puede seguirlos. Los tres centros (mente, cuerpo y sentimiento) vibran armónicamente estableciéndose un nivel de Presencia y de simplicidad de otro orden.
«Yo no puedo hacerlo pero no puede ser hecho sin mí». Esta joya de Jeanne de Salzmann cargada de sabiduría, resume el Trabajo. No puede hacerse desde los lugares ordinarios, seguir la coreografía va a exigir un cambio de contexto a nivel psicológico y físico. La mente que continuamente saca conclusiones ha de rendirse para que podamos ver y sentir desde un lugar inteligente; las tensiones físicas también ceden, aparecen energías más finas y el «instrumento» ─afinado gracias a una atenta práctica─ está disponible para servir a la energía de arriba o al Señor, como la denominan algunas tradiciones. El yo ordinario pierde así su fuerza y se establece una atención de una cualidad muy fina, abierta e inclusiva; el cuerpo, también despierto, se mueve con gran precisión, hay una sensación física de espacio y silencio.
Cabe aclarar que si bien estos momentos de «gloria» suceden, muy pocas personas son capaces de mantenerse ahí. Por otro lado, es importante recordar que los resultados no me pertenecen, hago lo que tengo que hacer pero los frutos de la acción no me corresponden. Hay fuerzas en juego que desconozco y sé que la única actitud inteligente, aunque no fácil, es de entrega a la Voluntad de Dios.
Por otro lado, ofrecen muchas posibilidades, cada uno participa desde donde está, todo el mundo, incluso niños, ancianos y personas con discapacidades pueden beneficiarse de los efectos que la atención, la música y los movimientos tienen en el cuerpo, en la mente y en el corazón. Sin embargo, como señala Pauline Dampierre la calidad de la experiencia depende directamente de la calidad del objetivo, si quiero desarrollar la conciencia necesito cultivar un estado de recogimiento y presencia mientras danzo.
Los Movimientos son de diversos tipos: hay ejercicios, movimientos, danzas funerarias, danzas derviches, de mujeres, tibetanas, pitagóricas, oraciones, multiplicaciones, etc.; todos ellos son de alguna forma eneagramáticos, es decir, siguen las leyes universales. Como expresa Pauline Dampierre, alumna directa de Gurdjieff:
« […] Era sorprendente descubrir un conocimiento de este arte (danza) en alguien cuya enseñanza era tan vasta. Todo el mundo tenía la sensación de que estaba en presencia de algo único que venía de muy lejos y de muy arriba: un antiguo conocimiento de las leyes del universo, de las leyes que gobiernan los movimientos y las posturas, de las leyes de la armonía del cuerpo y de sentimientos de un orden elevado. Cada posición, cada tempo, tenía que ser ejecutado con gran precisión. Gurdjieff a menudo utilizaba la expresión “hacerlo exactamente”. Cuando este “hacerlo exactamente” estaba presente cada postura resonaba en nosotros como un profundo eco de algo mucho más alto. Brotaban fuerzas olvidadas desde hace mucho tiempo».
Las distintas etapas que atravesaremos se corresponden con los distintos niveles de inteligencia o cuerpos de los que habla Gurdjieff. Si bien el cuerpo pertenece al mundo físico, tiene sustancias que corresponden al mundo astral, al mundo espiritual y al mundo divino. El Trabajo está destinado a acumular y organizar estas sustancias más sutiles de forma que adquieran cierta permanencia y se vayan formando así los distintos cuerpos. Cuando a través de la atención y del cuidado, la inteligencia del primer cuerpo o cuerpo físico despierta, éste toma su lugar dentro del instrumento posibilitando que la mente y el centro emocional también se alineen. El segundo cuerpo o cuerpo astral comienza a crearse cuando la energía que viene de la parte superior e inteligente de la mente se une al cuerpo físico, el cuerpo obedece a esta energía y los movimientos se hacen más libres, dejamos de reaccionar para comenzar a actuar, a nivel psicológico hay un yo que estructura y ordena el resto de yoes, ya no es un centro el que prevalece sino que, pienso, siento y actúo en la misma dirección. El tercer cuerpo correspondería al cuerpo espiritual, es el mundo del Yo real, el nivel de las Ideas y el cuarto sería el cuerpo divino, el del Yo divino o el del más allá del yo, la patria del alma, la fuente. Estos cuerpos se corresponden con los niveles de auto recuerdo. Si bien estos cuatro estadios son secuenciales y afianzarnos en cada uno de ellos exige un conocimiento exhaustivo del anterior, no son estancos sino que están interconectados de forma que podemos tener experiencias de todos ellos aunque sea de forma esporádica. Conviene matizar, tal como apunta José Miguel Jato que esto “no deja de ser un esquema pedagógico de un fenómeno inabarcable lingüísticamente. Por un lado los cuerpos están plenamente formados, y por otro hay que acumular unas ciertas sustancias para su desarrollo”.
En relación con la danza, el nivel más superficial es el de la forma, como decíamos más arriba las posiciones han de realizarse con precisión. Una vez hemos interiorizado correctamente las posturas, podemos comenzar a sentir cómo es el movimiento energético a nivel interno; los cambios de posiciones alteran el recorrido de la energía, por ejemplo si subo la cabeza se abre un espacio receptivo a la fuerza de elevación que viene lo alto, si la bajo hay un descenso hacia el cuerpo, hacia la energía de la tierra, a través de los pies y la cualidad de los pasos me energetizo con la fuerza de gravedad y el fuego o me adhiero a una energía más ligera y etérea, con los movimientos de los brazos puedo detener el flujo o abrirme a recibir. En este nivel al comienzo hay un continuo ajuste de la cantidad de energía que llevo a cada postura, hemos de estar atentas al tono muscular y también al alineamiento para que la energía fluya correctamente por la columna vertebral. Es también extremadamente importante el trabajo de contención y sumisión a esta energía porque es lo que va a permitir la alquimia de la transformación. Necesitamos gran cantidad de energía burda para obtener un poco de energía sutil que vaya cristalizando y consolidando el segundo cuerpo. Este proceso lleva implícito una sanación a nivel celular que se hace patente a través del movimiento, la danza, el grupo y la música. A veces siento como si las células, ayudadas por la vibración del sonido y del movimiento, soltaran memorias, impresiones o patrones derivados de traumas y se liberaran y abrieran a nuevos modelos de estructura originados desde una salud fundamental. Esta experiencia totalmente física va acompañada siempre de una lucidez mental, de un sentimiento verdadero de alegría, de gozo y de un compartir real con el grupo desde un lugar que no sé cómo describir pero que quizás sea una de las antesalas del Uno.
Una vez adquirida la suficiente experiencia sobre estos primeros niveles, accederíamos al tercer nivel, el de los impulsos, el cual requiere conocer nuestro centro de inmovilidad situado en el hara y nuestro centro del sacro del que parten los movimientos internos que están detrás de las posturas. Si logramos profundizar en ellos podremos asumir ya el reto de pasar a «quitarnos del medio» volviéndonos instrumento para que el arquetipo de la danza se exprese a través de nuestro cuerpo mientras somos pura consciencia que observa.
Arnaud Desjardins, a través de una fórmula que le da su gurú Swami Prajnanpad explica la actitud que puede ayudarnos en esta evolución:
«Swamiji decía: “Interiormente sean activamente pasivos, exteriormente sean pasivamente activos”. ‘Exteriormente, pasivamente activos’ quiere decir activo pero con un no actuar, un soltar presa, una sumisión interior. Y, ¿por qué ‘interiormente, activamente pasivos’? Si ustedes no ejercen cierta actividad para volverse pasivos, no serán silenciosos interiormente: estarán agitados, los pensamientos aparecerán. El más pequeño impulso motor es una acción, un pensamiento es una acción mental. Si están satisfechos de no hacer nada, “échense, relájense, hagan el vacío, no piensen en nada”, en lugar de no pensar en nada, van a dejarse atrapar por las asociaciones de ideas, las distracciones, y no serán pasivos en absoluto. Vistos desde el exterior, permanecerán inmóviles, pero ¿también interiormente? […] Exteriormente, sean pasivamente activos, como un instrumento de la verdad que tiene una comprensión superior a la comprensión ordinaria de la mente. Interiormente, sean activamente pasivos, vigilantes».
Sin ánimo de desalentar a nadie pero siendo fiel al requisito de honestidad ─imprescindible para entrar en la Vía─ considero importante señalar que estabilizarse en cada uno de estos cuerpos puede llevarnos décadas. Sí hay momentos de silencio, de conexión, de ecuanimidad y de equilibrio ante el apego y el rechazo; se viven estados despiertos más o menos duraderos e incluso se pueden tener visiones del Atman practicando los Movimientos, sin embargo esto se desvanece. Hay un dulce sabor al principio, el recuerdo y la nostalgia del paraíso perdido, después llega la frustración al ver cómo el laberinto psicológico de condicionamientos está todavía el mando de la situación constatando así el poder tan grande de la mecanicidad. El mental, el mentiroso o satán en el cristianismo, manas en el vedanta, es una fuerza que no podemos subestimar.
Por todo ello, creo importante añadir que no conviene dar demasiada importancia a estas experiencias de «iluminación» mientras no estén estabilizadas. Como señala Mariana Caplan con humor e inteligencia en su libro Con los ojos bien abiertos, si nos apegamos a este tipo de éxtasis existe el peligro de desarrollar una enfermedad de transmisión espiritual y perder así de vista el objetivo: trascender el yo, cayendo en picado en lo que Chögyam Trungpa llama materialismo espiritual, es decir, utilizar las técnicas espirituales para fortalecer nuestro egocentrismo.
Recordemos que este trabajo sólo tiene sentido en la medida que puedo trasladarlo a la vida. El reto es relacionarme conmigo, con las personas que me rodean y con el mundo en general desde el estado de presencia que requieren los Movimientos. La acción que buscamos en el terreno de juego es también un movimiento desnudo de “yo” que nace de un centro de quietud y silencio y expresa la actitud justa. La Belleza que emana de esta quietud en movimiento está más allá de la mente conceptual y podría ser quizás también una forma de arte objetivo. Cuando nos volvemos receptivas a nosotras mismas, a la esencia de la danza de la vida, podemos conectar con una sabiduría perenne, con una inteligencia suprema que se expresa a través de la acción encarnada, en este plano de conciencia accedemos a la inteligencia del corazón de la que surgen sentimientos profundos de Paz, Unión, Alegría y Amor, más allá del juego de opuestos.
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